La cruz del mapa de Manuel Carrasco, el sábado 8 de febrero, se posicionó en las coordenadas 19° 29′ 52″ N, 99° 7′ 37″ O, de la Ciudad de México, para dar un concierto lleno de emociones.
Minutos antes de las nueve, las luces se apagaron y comenzaron las primeras notas de la noche acompañadas con proyecciones en una enorme pantalla, que por un instante opacaron los gritos de los fans que aclamaban a Manuel Carrasco.
Desde el momento en que Manuel pisó el escenario llenó cada rincón del Teatro Metropólitan con la energía que tanto lo caracteriza. Al encenderse las luces, el cantautor empezaba el show sobre una banca, que solo duro la primera canción y con el escenario libre no paró de saltar, bailar y con una expresión de felicidad que reflejaba la emoción que sentía al estar en uno de los recintos más importantes de la Ciudad de México.
A veces la emoción te hace volar demasiado, perder el piso y hacer que te caigas, como le sucedió a Carrasco en mitad de una vuelta, pero que no le impidió seguir cantando, levantarse y cantar con mucha más energía. Al terminar el tema, entre bromas dijo que había ensayado esa caída toda la tarde, pero que le permitieran cambiarse las botas, que había estrenado esa noche, para evitar más accidentes.
Se sabe que las canciones de Manuel Carrasco están llenas de emociones, de sentimientos y eso se refleja en el escenario, en las expresiones del cantautor, en cómo el público canta y siente cada letra de principio a fin, por eso no es de extrañarse que la noche del sábado se llenara el teatro con los coros del público en canciones como Aprieta, Mujer de las mil batallas, Ya no, No dejes de soñar o Tambores de guerra.
Escuchar a Carrasco con su banda es espectacular, más si se acompaña con el juego de luces que trae, pero sin duda los momentos en los que él se queda solo en el escenario son inolvidables, ya sea con piano o con guitarra, porque es una muestra de su talento, del manejo que tiene de los instrumentos, de su impresionante voz y de cómo nacen sus canciones. Y en el Teatro Metropólitan el público se deleitó con un Manuel Carrasco al piano y una canción escrita especialmente a su hija.
La guitarra acompañó en varias ocasiones al originario de Huelva, primero con un repaso por algunas de sus canciones, de esas que quizá estaban un poco olvidadas, pero no por su público. Después con algunas canciones tradicionales españolas, momento en que pidió silencio para poder cantar sin micrófono y la guitarra desconectada. Y por último al interpretar una bulería escrita especialmente para México, haciendo un repaso por la historia y cultura mexicanas, que cerró con la tan polémica rifa del avión presidencial, con lo que logró poner en pie a todos los asistentes y un sin fin de aplausos.
La noche terminó con broche de oro, con una de las canciones que más pedía el público: Que bonito es querer, uno de esos temas que llena de amor, de alegría, que su música te hace bailar. Todos los asistentes corearon la canción, mientras que Manuel saltaba de un lado a otro en el escenario, bailaba y cantaba con toda la pasión que tiene a la música, con esa energía, tan suya, que llega a quien lo vea y que hace olvidarse de todo.
Sin duda ha sido un concierto difícil de olvidar, porque se pudo disfrutar de un Manuel Carrasco entregado al cien por ciento con su público en México, tanto que sin irse aún a España está deseando volver. Y nosotros también deseamos que pronto regrese para poder deleitarnos con su música y con su energía en el escenario.