Por: Minerva López
Ver a La Pegatina en el Lunario del Auditorio fue una mezcla de emoción y orgullo ya que llegar a este recinto en México es un logro reconocible. Después de tener algunas personas que «arriesgaron todo» para verles telonear a Los Caligaris en el Pepsi Center y pasar por sitios como el R&R Live, el Foro Alicia y varios festivales desde el Machakafest hasta el mismo Vive Latino, llegaron a el Lunario con la misma energía y cercanía que los ha caracterizado desde hace ya 15 años.
Sería fácil contar como se presentaron cronológicamente las canciones de este show, pero lo más importante de este concierto fue la fiesta, fueron los gritos ensordecedores que llenaron el lugar desde que la banda catalana pisará el escenario, y rompiera la calma con Heridas de guerra, hasta que lo abandonó los clásicos coros de Gat Rumberu.
Lo que se quedará en el recuerdo de los asistentes serán los confetis metálicos, disparados desde los costados del escenario, que iniciaron la fiesta; los guitarrazos de Miki Florensa que arrancaban el lado más rockero de los asistentes, la sonrisa permanente en Ovidi y Rubén Sierra que no pararon de animar al público, los momentos en que Romain Renard se apropiaba del escenario y las miradas, ya fuera por su maestría al acordeón, al piano o simplemente por ser él.
Lo que conquista al público y hace de los conciertos de La Pegatina adictivos es el compañerismo y la complicidad entre todos, la alegría que emanaban Axel Magnani y Miguel (nuevo trombón de la banda) que bailaban desde cualquier rincón del escenario y hacían gala de su talento al frente, con los gritos incontrolables del los fans que se arremolinaron hacia ellos. Fue encontrarse con las miradas de asombro y gusto que se apoderaban de Sergi y Ferran frente a la locura que desprendía el público, fue verlos en armonía y constante sorpresa con las muestras eufóricas de cariño que venían de cualquier rincón del Lunario. Son esos instantes en que no sabes para donde mirar, los nueve músicos cubren todos los flancos para que la gente se sienta mas cerca de ellos, para que la fiesta se construya entre todos.
Pero también son parte de la escencia pegatinera esos pequeños momentos de descanso, los medios tiempos y solos, como Amantes de lo ajeno, Sólo yo y La tempestad, porque eso no significa parar por completo, significa cantar a todo pulmón, hasta opacar un poco la voz de Adrià o Rubén que también se dejan encantar por la entrega de sus fans en cada canción, como la entrada de Alosque que al parecer es la favorita por excelencia del público chilango.
Revulsiu, Una mirada, Stand & Fight fueron algunos temas reivindicativos que eligió la banda para levantar el puño en pro de la justicia y la conciencia social, pero Ahora o nunca (tema que da nombre a su más reciente producción discográfica) se destacó por ir acompañado de un discurso dónde Adrià aprovechó para hacer conciencia de algunos problemas que vive su país y se refirió a esta canción como una llamada a recuperar la humanidad de las personas.
La noche del 11 de mayo en el Lunario fue un vaivén de emociones, un subidón de energía, fue catártico, fue ir siempre a más y más, fue una verdadera fiesta en toda la extensión de la palabra. Porque así son ellos, son sonrisas, son alegría, son bailes, son imparables (por algo han visitado mas de treinta países en todo el mundo), son sencillez, son cercanía, son complicidad, son generosidad, son simplemente La Pegatina, una banda a la que no le interesan las etiquetas, sólo les importa disfrutar de la música, la vida y lo que hacen al máximo.