El silencio

«Han pasado tantas cosas, tantas cosas han cambiado
He aprendido que el silencio se hace cada vez más raro»

El Silencio, Despistaos

Texto: Mónica López/ Foto: Fer Pérez 

Dónde vivo suele ser un lugar tranquilo, con poco ruido, aún así se puede escuchar cuando pasa un bus, los coches, camiones, algún sonido de las personas que caminan por la calle, y aunque se escuchen lejanos se oye la vida diaria. Pero desde que comenzó el aislamiento (a principios de marzo en España) a mediados de marzo en México, hay momentos tanto en el día como en la noche que hay un silencio casi absoluto, que se hace más grande cuando estás en la noche en cama sin poder dormir.

En uno de esos silencios, me puse a pensar en el silencio que debe haber en las salas de conciertos. En la Joy Eslava, oscura, sin un músico haciendo una prueba de sonido, sin técnicos de luz y sonido yendo y viniendo, sin managers cuidando cada detalle, sin camareros acomodando vasos que chocan y crujen, sin los distribuidores de los botellines de cerveza, y claro sin personas haciendo fila en la calle Arenal esperando a entrar y aquellas que dentro de la sala esperan impacientes a que empiece el concierto, mientras platican con sus amigos, con su familia, con sus parejas. Esos sonidos no están, están atrapados en sus pisos, detrás de una mascarilla y algunos quizá nunca vuelvan a esa sala.

No es la única que se ha quedado en silencio, en la oscuridad, en la incertidumbre, la Sol, la Riviera, la Moby Dick, la Penélope, el Libertad 8, aguardan en Madrid por nuevos sonidos, por despertar de ese sueño profundo al que fueron obligados. Y en todo España hay al menos 500 salas que también están ansiosas por volver a llenarse de vida, esa que les da cada persona que las iluminan, que las llenan de sonidos, de música, de palabras, de pláticas interminables.

Sin embargo, aunque vuelvan a vivir esas salas, como nosotros volveremos a vivirlas, sabemos que será bajo una «nueva normalidad», pero creo que valdrá la pena ponerse una mascarilla para volver a escuchar esa música que nos hace vibrar, con tal de sentir esa energía que solo es posible sentir en un concierto, mientras compartes el gusto por la música con otro centenar de personas y ves disfrutar a tu músico favorito arriba del escenario dejándose la piel en cada acorde, en cada letra.

Esta vuelta a la música, a las salas, no será fácil, pero estará en nosotros revivirla, estará en todos el hacer lo mejor posible para agradecer el esfuerzo que hicieron los músicos para mantenernos cuerdos durante el confinamiento, y sobre todo para que no vuelva haber silencios tan largos ni tan profundos en la música. Porque la música es vida.