El año que me robaron los conciertos

Por: Mónica López 

El 2020 comenzó como cualquier otro año, aunque había algo diferente, tenía pocos días de haber aceptado un trabajo que probablemente me alejaría de los conciertos, de las entrevistas y las conferencias; la verdad, lo que más me dolía eran los conciertos, esos minutos llenos de música y de instantes que hacen que olvides el tiempo y el lugar donde estás. A pesar de eso, sabía que en algún momento podría ir a algún concierto, y que pasados los meses de mi contrato volvería a ellos, a las fotos y a las entrevistas, eso es lo que me hacía afrontar lo que se venía.

En febrero llegó el primer concierto, me hacía mucha ilusión, tenía meses que no iba a uno y Manuel Carrasco es uno de mis músicos favoritos. Ese 8 de febrero no sabía que sería mi primer y único concierto de 202, aunque ya sonaban las noticias del virus en China en ese momento parecía muy ajeno a México, a España.

No sé si fue por lo mucho que me gusta la música de Manuel Carrasco, por los complicados días que llevaba de trabajo o por qué, pero dejé todo en esas dos horas, canté, grité, salté y me atrevo a decir que hasta bailé. Salí con mi hermana llena de energía del Metropolitan, riendo, cantando, y con la ilusión de que pronto llegaría el próximo concierto que nos volviera a llenar de música y hacernos olvidar el mundo de afuera.

Pero ese concierto, esos conciertos no llegaron, en febrero se fueron llenando los noticiarios con reportes de los contagios y muertes, de cómo se iba propagando el virus por el mundo y ya no estaba tan lejos China de México, ni de España. Marzo llegó con los primeros conciertos cancelados o aplazados, primero en España y después en México, los aplazados guardaban la esperanza de que todo esto fuera pasajero y que en junio o julio volveríamos a las salas de conciertos, aún no sabíamos lo que nos deparaba.

El inicio del confinamiento en España trajo los primeros lives en instagram, que mostró que los escenarios le dan la vida a los músicos y que ellos siempre están para su público sin importar la distancia. Conocimos el salón de casi todos los músicos, o sus recámaras, entramos en sus casas, algo que no imaginamos antes, y eso mantuvo a las personas cuerdas en su casa y con fe de que saldríamos de está.

Pero las personas se cansaron, se empezó a perder la emoción de esos primeros días, y por primera vez se veía que esta situación duraría más de lo que imaginamos. Para inicios de mayo, aunque en España ya se veía que pronto terminaría el confinamiento, empezaron a salir los primeros carteles de conciertos reprogramados para 2021 y ahí fue cuando sentí que me habían robado los conciertos de 2020.

En España se ha empezado con la nueva normalidad, algunos bares han abierto, ya puedes salir y hasta ver a tus amigos. En México se ve un poco más lejos el volver a esa nueva normalidad. Sin embargo, aún no se tiene claro cuándo o cómo se abrirán las salas, cómo será el aforo o cuáles serán las condiciones para volver a presenciar un concierto.

Hay músicos que se han mantenido con la esperanza de que a fin de año se pueda, y han aplazado los conciertos para finales del año, pero he perdido la fe en que eso pase en México, con suerte se podrá el próximo año, y lo afirmo cada que veo los nuevos carteles en los que se anuncian conciertos por live de instagram, o por la web de alguna marca, definitivamente pasará mucho tiempo para volver a vivir un concierto.

Se puede ver a través de una pantalla un concierto en vivo, como si estuvieras en primera fila, y sin importar en qué parte del mundo estés, pero no sé comparará nunca a sentir la emoción de la espera en la fila, el conocer gente que le mueve la misma música que a ti, que entres a la sala y mires la oscuridad del salón y gritar cada vez que sale un técnico a hacer los últimos arreglos, y mucho menos sentir esa euforia y unión que se siente al cantar al unísono esa canción que te remueve lo más profundo de tu ser.

Estoy segura que habrá que ser paciente para volver a sentir todo eso, para volver a tener la cámara entre mis manos y disparar en el momento en que el músico se deja el alma en el escenario. Pero esto no se podrá si no ponemos de nuestra parte, así que seamos responsables y pensemos que con cada buena acción que hacemos estamos más cerca de sentir esa emoción que solo puede dar un concierto en vivo, en una sala llena de personas que disfrutan la música y de la euforia que sólo puede sentirse al estar a unos centímetros de tu músico favorito.